Inteligencia emocional: sentir para ser
- Laura Hernández Ayala
- 27 abr 2018
- 3 Min. de lectura
El Casal Pere Quart de Sabadell fue testigo el 18 de abril de una interesante charla sobre inteligencia emocional organizada por la asociación Salut Mental Sabadell. Unas 120 personas escucharon durante hora y media las palabras del psicólogo y psicoterapeuta Miguel Martín acerca de las sensaciones y cómo el ser humano responde a ellas.
A las 18:30h, ni más ni menos, empezaba la ponencia de Martín, quien pretendió en todo momento que fuera una sesión lo más práctica posible. Esto, sin embargo, se hizo difícil dado el gran número de asistentes que llenaron la gran sala, la mayoría de ellos educadores.

Miguel Martín hablando sobre inteligencia emocional / Laura Hernández
Antes de llegar a la práctica, el psicólogo hizo una introducción a la teoría y presentó algunos conceptos. En primer lugar, definió la idea de inteligencia emocional como la capacidad de comprender, razonar o entender el movimiento eléctrico que se produce en el cuerpo al entrar en contacto con la realidad. A esta electricidad de la que habla la llamamos sensaciones y las emociones surgen para identificarlas y evaluarlas. Existen cuatro emociones básicas, explicó Miguel Martín: la alegría, la tristeza, el miedo y la furia.
“Toda sensación que se produce en el cuerpo frente a lo que ocurre en la realidad motiva una respuesta. Si la respuesta satisface la necesidad emocional, la situación se cierra y la emoción remite. Si por el contrario la respuesta no satisface esa necesidad, la situación queda abierta y hay que buscar nuevas salidas actualizadas”, comentó el psicólogo.
Según Martín, cada ser humano es único e irrepetible, por eso no se ha de protocolizar cómo nos hemos de sentir ante una situación. Ahora bien, el ponente aconsejó que hay que entrenar a las personas a tomar mayor percepción de los sentidos para ser más conscientes de lo que nos sucede. Porque el cuerpo, dice, es nuestro templo y si queremos ponernos en sintonía con lo que somos, hay que tener en cuenta todo aquello que sentimos.
Una vez claros los conceptos esenciales, el psicólogo y psicoterapeuta propuso un ejercicio práctico: cerrar los ojos para alejarnos del espacio y del tiempo con la intención de notar únicamente la respiración. Así el auditorio pudimos identificar las sensaciones que sentimos y el lugar del cuerpo en que se situaban. Al acabar, algunas personas del público comentaron su experiencia voluntariamente. Algunos sintieron angustia, otros, satisfacción. Unos lo sintieron en el pecho, otros, en el abdomen o el bajo vientre.
LA TRISTEZA Y LA FURIA
Miguel Martín hizo un regalo al público en forma de cuento. Un cuento del escritor argentino Jorge Bucay que fue todo un descubrimiento para muchos de los que estuvimos allí.
La historia explica que la tristeza y la furia fueron un día a bañarse juntas a un estanque. Ambas se quitaron la ropa y se adentraron en el agua. La furia, que tenía prisa, salió rápidamente. Pero la furia es ciega y, al salir, se puso el primer vestido que encontró, que no era el suyo, sino el de la tristeza, y se fue. Más tarde, la tristeza, perezosa y calmada, salió del estanque y se puso la ropa que quedaba, la de la furia.
Cuentan que, desde entonces, cuando nos encontramos con la furia es en realidad un disfraz y que detrás se esconde la tristeza.
Con esto, Martín concluyó que tenemos que tratar de identificar nuestras emociones y no reprimirlas, sino dar una respuesta a eso que sentimos.
REFLEXIÓN FINAL
Fue una frase de Buda la que puso punto y final a la disertación. Y es que la máxima del sabio asceta sintetiza a la perfección el mensaje que el conferenciante quiso transmitir durante la charla:
«El mundo está lleno de sufrimientos. La raíz del sufrimiento es el querer que la Vida sea como nosotros queremos que sea. La supresión del sufrimiento es dejar que la Vida sea como es».
Laura Hernández Ayala
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